Supongo que fue entre el 93 y el 94, no lo recuerdo bien. Amelia llego a casa en bicicleta, yo no estaba, así que al regresar le sorprendí hablando alegremente con mi madre en el jardín.
Como yo sólo estaba acostumbrado a verle con pantalones oscuros ajustados en los tobillos y su pelo cortísimo, me encantó verle diferente, con un vestido y un pañuelo en el pelo.
Ese día pintamos una tabla, como si fuese un tótem naif... aún está guardada la tabla-tótem en un rincón de la casa de mi madre. Tiene pequeños personajes retorcidos y coloristas que se esfuerzan por tener un espacio entre sus márgenes.
Hoy me acordé de Amelia, sentado frente al portátil y le busqué en Internet, supuse que alguien habría tenido el acierto de publicar algo sobre Amelia. Y me encontré con el blog.
Hace mucho tiempo que tenía ganas de verle, así que he sacado algunas fotos del blog y me he tomado un café... para recordarle no sólo con imagen, también con sabor.
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Supongo que fue entre el 93 y el 94, no lo recuerdo bien. Amelia llego a casa en bicicleta, yo no estaba, así que al regresar le sorprendí hablando alegremente con mi madre en el jardín.
Como yo sólo estaba acostumbrado a verle con pantalones oscuros ajustados en los tobillos y su pelo cortísimo, me encantó verle diferente, con un vestido y un pañuelo en el pelo.
Ese día pintamos una tabla, como si fuese un tótem naif... aún está guardada la tabla-tótem en un rincón de la casa de mi madre. Tiene pequeños personajes retorcidos y coloristas que se esfuerzan por tener un espacio entre sus márgenes.
Hoy me acordé de Amelia, sentado frente al portátil y le busqué en Internet, supuse que alguien habría tenido el acierto de publicar algo sobre Amelia. Y me encontré con el blog.
Hace mucho tiempo que tenía ganas de verle, así que he sacado algunas fotos del blog y me he tomado un café... para recordarle no sólo con imagen, también con sabor.
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