jueves, agosto 10, 2006

Tiempo

3 Comments:

Blogger Amelia said...

“Nuestro conocimiento empírico del tiempo se limita al tiempo presente, y todo el futuro se desarrolla a modo de especulación. Además, la única certeza que tenemos del futuro, es la de que vamos a morir, pero ¿cuándo? Quizás en el curso del próximo medio minuto, quizás esta noche, en un año o en cincuenta años más, no se sabe, pero sabemos que va a ocurrir. Según Levinás, es precisamente esa certeza de la muerte la que nos impulsa a vivir, ya que no es por mucho rato. Si viviéramos eternamente, qué necesidad habría de trabajar o pensar, ¿qué sentido el arte o cualquier esfuerzo? Finalmente, nada nos parecería capaz de sacarnos de la abulia perpetua. He aquí el modo en que el tiempo es nuestro gestador, y su fuerza fertilizadora radica precisamente, en lo implacable de su voracidad. Naturaleza humana…”

Último párrafo del trabajo:
“Saturno, observaciones sobre el tiempo”
(Análisis del cuadro de Goya) por Amelia Edwards

10:32 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Conocí a la Amelia el 27 de diciembre de 1996. Me impresionó su sensibilidad e inteligencia, su cuerpo frágil y delgado, su hermosa sonrisa y sus carcajadas graves y estridentes. Tenía un humor muy fino. Al día siguiente yo partía de vacaciones y quedamos de volver a encontrarnos en marzo. Durante ese verano y junto al lago Rupanco, tomé una decisión guiado por las fuerzas de la naturaleza que durante aquella estación pujan hacia afuera en crecimiento y maduración. Apenas volví a Santiago, el 6 de marzo de 1997, fui de visita a su casa y unimos nuestros rostros y manos, los mismos que devora Saturno en el cuadro de Goya.

Nuestra relación duro hasta noviembre del mismo año. Unidos por los mismos intereses: el arte, la filosofía, la música y la literatura. Unidos por mucha intimidad. Nuestras personalidades eran muy similares. Nacidos en septiembre bajo el mismo signo y con experiencias infantiles distintas pero convergentes en un punto esencial: la sensación subjetiva e infantil, pero no menos real, de abandono. Con esto no quiero criticar a mis padres, ni menos a los padres de Amelia, pues yo soy un padre con muchas dificultades de construir un mundo, y recién ahora he comprendido que los niños le dan significado a sus experiencias dominados por los afectos.

Fueron nueve meses que quedaron escritos en mi alma, abandonados, desgajados, sin embargo, produciendo efectos más allá del presente de su sentido. El 6 de septiembre de ese año cumplimos 6 meses juntos, tres días después de su cumpleaños y tres días antes del mío. El 6 de diciembre la vi por última vez. Yo volví muy triste a mi casa, pensando que durante todo ese tiempo nunca pude escribir para ella. Me disminuía pensar que todo había sido como un relámpago, algo que casi no tenía duración, y comencé a escribir un poema. La tristeza de mi pluma manchaba las hojas, mientras arrastraba mis pensamientos.
Han pasado nueve años desde aquella vez. De su obra conservo una pequeña escultura de madera y dos grabados que me regaló. También tengo una traducción de su puño y letra de la Teoría del Color de J. Itten que realizó para ayudarme en la tesis, y un trabajo sobre el Saturno de Goya. Pero, sin duda, lo que atesoro con más amor son unas ilustraciones para fragmentos de textos de Platón y Kant que utilicé en mi primera práctica como profesor de filosofía. Indudablemente su nombre siempre estará relacionado a mi vocación como profesor de niños y adolescentes. Por una poderosa razón Amelia trabajó infatigablemente con modelos naturales. Al igual que Cèzanne y Van Gogh, ella experimentó que sus poderes son diferentes y superiores a los medios de representación del artista. La naturaleza en su ritmo cíclico nos podría servir como modelo para nuestras vidas individuales: en primavera y verano las fuerzas de la tierra crecen y maduran, y en otoño e invierno se vuelven hacia adentro y se renuevan a sí mismas.
Una tarde, Amelia me explicó que la luz solar cuando golpea la superficie de un objeto, por ejemplo mi cuerpo, absorberá ciertos colores y reflejará otros. Los dos colores resultantes son complementarios el uno al otro. Luego me insistió, con mucha ternura, que los colores complementarios tienden a separarse en direcciones opuestas, y por eso es imposible volver a juntarlos.
Sebastián Ortega, 2006.

10:52 a. m.  
Blogger ThomasJeromeNewton said...

No hay muchos pintores quiénes tienen el gesto que ella poseía, cuando veo sus obras me parecen científicos, funcionarios o entretenimiento con sus juegos postmodernistas pero jamás un gesto artístico. Chile perdió un ángel y una heredera de matta. Una pérdida que lamento junto con la de Guillermo Cifuentes,de ella sobretodo por lo pudo haber sido, entre nos y en su futuro.

4:03 p. m.  

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